En una oportunidad Angel Vassallo expuso de esta
manera su filiación intelectual:
"En mis escritos se expresa una
prolongada reflexión orientada a formular críticamente algunos elementos
de un saber primordial acerca
del hombre y sus relaciones con el mundo y la trascendencia, saber
primordial en que
va entrañada también la realización de nuestro destino. Según mi
entender es más o
menos lo que ha hecho siempre la filosofía auténtica. He intentado
mostrar que la
metafísica clásica ha partido de la conciencia como recinto de
seguridades
racionales que se reputan correlatos ideales de una realidad inteligible
concebida como cosa, es
decir, como algo que está enfrente de un impersonal sujeto lógico. He
señalado además
la insuficiencia de toda interpretación "trascendental" del ser y de la
concepción idealista
de lo absoluto como sujeto o conciencia infinita. Y a través de un
examen crítico
e interpretación de Descartes, Spinoza, Kant, M.Blondel y G.Marcel (1)
ensayo mostrar
cómo el problema del ser surge junto con la conciencia de
la finitud del hombre: el ser late inmanente en las estructuras que
definen
esa finitud. Con esta reintegración del problema del ser en
la vida humana los caminos de la metafísica y la moralidad (y de toda
la vida auténticamente espiritual del hombre) se acercan.
La filosofía, sin perjuicio de ser un saber estricto, se realizaría
también como "sabiduría". En Elogio de la vigilia, de un modo más
directo
y no exento por lo tanto de cierto acento lírico, intento bajar a la
descripción e
interpretación de aquellas experiencias que definen la esencia del
hombre.
La convicción central que recorre la obra es que en la lúcida
experiencia de la finitud y en la correcta percepción de sus
implicaciones se
da la certidumbre del ser como "trascendencia". "El ser, ahora, no
reside en
lo objetivo como cosa, ni en la subjetividad como ley, ni en la
subjetividad infinita.
El ser habita en el linde ajustado y preciso de la finitud de
la subjetividad... y fuera de esto no es nada que pueda nombrarse". Por
otra parte,
en una dilucidación de "la noche oscura de la libertad" se concluye que
si llamamos verdadera libertad a la realización del más profundo
poder-ser del hombre, tendremos que
decir que ella no consiste en el poder del individuo de
realizar su proyecto o programa de vida; se diría más bien que
el hombre proyectista pone límites a su poder-ser. Hay algo en
la filosofía que resistirá siempre a todos los intentos
de reducirla a ciencia. Y es que si bien la filosofía es mediación y
saber, el saber filosófico
es también realización del cognoscente (que es subjetividad finita,
siempre individual), y no como ocurre
en el ideal de la ciencia, conocimiento de un objeto espectacular para
un
anónimo y desinteresado "yo pienso". La verdad filosófica es adaequatio
intellectus et
vitae, pero de una vida que no es vida inmediata ni conciencia
solipsista, sino
subjetividad finita constitutivamente abierta a la trascendencia. Por
otra parte, como la trascendencia es inobjetivable para un conocimiento
puro ("no es algo para visto sino para vivido") el filósofo tiene que
ser llevado a elucidar las formas o modos de la existencia
humana en que la trascendencia se expresa o realiza.
(1) Refutando la sistemática asociación entre su pensamiento y el de estos dos pensadores franceses, Vassallo había aclarado: "Aun cuando se haya hecho como una asociación de ideas inevitable en cuanta exposición de la filosofía argentina me he visto citado el vincularme con los nombres de Mauricio Blondel y Gabriel Marcel, en la medida en que uno puede hablar conscientemente y de buena fe de eso de las "influencias" recibidas, creo poder decir que no he sido influido de un modo especial por Blondel o Marcel; hablando francamente, más bien me siento a gran distancia de ellos. Me he ocupado, sí, de su obra en algunos escritos que datan de años atrás y que todavía puedo ciertamente suscribir. Y claro que entendía ocuparme de su pensamiento (como lo he hecho con otros filósofos de mucha mayor importancia) filosóficamente, es decir, desde el ángulo de alguna coincidencia o creída coincidencia con íntimas predilecciones y disposiciones intelectuales mías. Pero de allí no se saca ni más ni menos que eso. No digo esto por prurito de ser original, lo que sería ridículo e indigno, no sólo en el caso de mi modesta persona sino también si se tratara de figuras eminentes y representativas de la filosofía. Pues la única originalidad lícita y aceptable en filosofía y que hasta podría reivindicar con humildad para mí mismo sería como la que se define en el prólogo de la 2º edición de Elogio de la vigilia: al decir que es éste un libro original entiendo decir que es un libro cuyo contenido son en lo fundamental experiencias y evidencias personales del autor, por más que dichas experiencias y evidencias puedan serlo ya de otros muchos..."
(1) Refutando la sistemática asociación entre su pensamiento y el de estos dos pensadores franceses, Vassallo había aclarado: "Aun cuando se haya hecho como una asociación de ideas inevitable en cuanta exposición de la filosofía argentina me he visto citado el vincularme con los nombres de Mauricio Blondel y Gabriel Marcel, en la medida en que uno puede hablar conscientemente y de buena fe de eso de las "influencias" recibidas, creo poder decir que no he sido influido de un modo especial por Blondel o Marcel; hablando francamente, más bien me siento a gran distancia de ellos. Me he ocupado, sí, de su obra en algunos escritos que datan de años atrás y que todavía puedo ciertamente suscribir. Y claro que entendía ocuparme de su pensamiento (como lo he hecho con otros filósofos de mucha mayor importancia) filosóficamente, es decir, desde el ángulo de alguna coincidencia o creída coincidencia con íntimas predilecciones y disposiciones intelectuales mías. Pero de allí no se saca ni más ni menos que eso. No digo esto por prurito de ser original, lo que sería ridículo e indigno, no sólo en el caso de mi modesta persona sino también si se tratara de figuras eminentes y representativas de la filosofía. Pues la única originalidad lícita y aceptable en filosofía y que hasta podría reivindicar con humildad para mí mismo sería como la que se define en el prólogo de la 2º edición de Elogio de la vigilia: al decir que es éste un libro original entiendo decir que es un libro cuyo contenido son en lo fundamental experiencias y evidencias personales del autor, por más que dichas experiencias y evidencias puedan serlo ya de otros muchos..."