Recordación de Angel Vassallo*
Por Carlos Correas
Buenas noches. Expondré sobre Angel
Vassallo. Se me permitirá, como recurso expositivo, un tono personal, al menos
al comienzo. Ahora estamos en abril de 1955. Es la fecha de mis apuntes de la
materia Introducción a la
Filosofía , que aún conservo, comprados en la Librería Letras de
Viamonte 472. Y en Viamonte 430 la
Facultad de Filosofía y Letras. Hace años que no vuelvo a esa
zona. No sé cómo es su actualidad. No importa. La Viamonte real es ahora
esta Viamonte de mi recuerdo. Viamonte 430. Luego de entrar, los vestíbulos, el
pasillo, a la derecha, el Aula Magna. Allí el dictado de la materia
Introducción a la
Filosofía. En el Aula Magna, al frente, sobre una tarima, el
escritorio. Los alumnos sentados en unas especies de plateas. Sentado al
escritorio un hombre, el profesor, de traje, chaleco y corbata, daba la clase.
Los alumnos, los varones, también trajeados y corbateados. El profesor era
Angel Vassallo. Leía y a veces no. Y a veces se levantaba de su asiento y
caminaba hacia nosotros, los alumnos, hasta el borde de la tarima. Yo me
sentaba en las primeras filas. Y una vez que se acercó hacia el borde de la
tarima le oí decir (y no solamente yo), pues habló para sí mismo, pero de modo audible, al menos para las primeras
filas. Dijo, mirando hacia la tarima, y cerrando en puño la mano derecha, “
¡Ah, si yo fuera libre!”. Clases después, yo me dije a mí mismo, refiriéndome a
Vassallo:”Este tipo sabe enseñar”.
“¡Ah, si yo fuera libre!”- ¿Libre de qué?
¿De la finitud? ¿De la obligación del servicio docente? ¿De las demandas de la
trascendencia? ¿De la necesidad de la acción por respeto a la ley? Pienso que
de la obligación docente, pero de una obligación que era ante un estudiantado
novicio y masivo que debía ser educado y formado, pero que debería haber sido
educado y formado de manera individual y también personal.
Pues sí, ¡cuántas personas hay en la
filosofía de Vassallo!¡Y cuántos enfrentamientos personales y filosóficos!
Vassallo es hombre de duelos filosóficos. Vassallo, insuperablemente, traduce a
Sartre. Del libro de Sartre Situations I ,
el artículo sobre Georges Bataille. Se trata del libro La experiencia interior del escritor francés Georges Bataille.
Traduce Vassallo a Sartre: “Para unos la absurdidad fundamental es la
facticidad, es decir, la contingencia irreductible de nuestro estar-ahí, de
nuestra existencia sin objeto ni razón”. Y luego Vassallo compite con la
aserción de Sartre en el muy notable ensayo de Vassallo: “Sobre la absurdidad
de la existencia”. Pero la traducción de Vassallo no es la traducción de la
editorial Losada. No, Vassallo a partir del texto francés traduce filosóficamente a Sartre. Esto es, lo traduce de filósofo a filósofo . Y
por una de esas tantas desgracias de la vida no pudimos tener un diálogo
Vassallo-Sartre. Ya que pienso que estos dos hombres se las hubieran arreglado
de algún modo para enriquecernos y fortalecernos a nosotros, sus oyentes o
lectores.
Mencioné antes “finitud”,
“trascendencia”. Son términos esenciales de la filosofía de Vassallo. Pero esto
significa que son términos que en la
filosofía de Vassallo instan a ser y a seguir siendo lo que esos términos
nombran, esto es, instan a ser vida, vida personal.
Y en este instar, que es vida, surge
necesariamente, por necesidad de la vida
misma, el preguntar: ¿cómo proseguir en y por la vida?, ¿cómo vivir?, ¿por qué
y para qué he de vivir?, incluso ¿he de vivir? Y de este modo a partir de mi vida, de este mi estarme presente,
ocurre que me he hecho, y me sigo haciendo,
cuestión de mí mismo. Ese yo mismo que reverbera en Descartes: “Hace ya
mucho tiempo que yo me he dado cuenta de que desde mi niñez yo he admitido como
verdaderas una cantidad de opiniones falsas [...] y entonces empezar
enteramente de nuevo si yo quería establecer algo firme y constante en las
ciencias”.
Pues bien, fue la voz de Descartes en la Primera de las Meditaciones metafísicas.
Oigamos ahora a Vassallo: “Yo propongo un
pavor: saberse embarcado en la existencia”. Es la primera frase del Elogio de la vigilia. Embarcado en la
existencia es existir y tener que existir, y de este existir hay modos que han
de sostenerse. Un modo remite a la verdad, y la verdad a su vez remite a nuestro ser, ser verídico, esto es, ser
sincero en cuanto decir la verdad, pues la verdad, tal o cual, siempre la
sabemos, pero sólo nosotros.
Otra cosa es decir esa verdad: ser
verídico. Pero así verdad y ser verídico han de ser lo mismo y de inmediato
remiten a un modo de existir, y un
modo que es tarea, que ha de mantenerse y no caducar, o sea: un no caducable modo de existir. Y hay
que sostener y sostenerse en esta no
caducabilidad, lo que signfica que hay que hacerla viviéndola. Y por esto
estamos aquí en la moral.
Expongo ahora: “No sé si ocuparse en
determinar el concepto de filosofía es tarea estrictamente filosófica”. Primera
frase de ¿Qué es filosofía? o de una
sabiduría heroica de Vassallo. Y
justo he aquí a Vassallo en la tarea de hacer a Vassallo: el sabio heroico cuyo
heroísmo consiste en no importarle ser sabio y cuya sabiduría consiste en no
importarle ser héroe. Ocurre, sí, en ¿Qué
es filosofía? el “nosotros” de cortesía: “Diremos que la filosofía es un
conocimiento”, dice Vassallo. Y un conocimiento que aspira a una totalidad de sentido. Sigue hablando Vassallo: “La
aspiración a la totalidad es la dimensión metafísica
de la filosofía. También en la ciencia hay una aspiración a la totalidad, pero
esta aspiración de y en la ciencia no
es actual, presente, activa, dramática, sino en todo caso una vaga presunción o
esperanza remota”
Y la filosofía es saber radical. Y ahora
dice Vassallo, siempre en ¿Qué es
filosofía? : “Por mi parte (del
“nosotros” de cortesía se arranca el yo vassalliano) ... “Por mi parte digo que
la filosofía es una y viviente: no muchas filosofías sino una y viviente”. Y
también dice Vassallo que “la filosofía no se puede aprender, y a lo más sólo
se puede aprender a filosofar, según las memorables palabras de Kant”. Tal la
voz de Vassallo que se insta a sí mismo a aprender a filosofar, pero, como escribe
para ser publicado, nos insta a nosotros a aprender a filosofar.
Pero digamos, yo que quiero aprender a
filosofar ¿cómo iniciar el camino de ese aprendizaje? Pues entre otros posibles
comienzos éste, para nuestros fines
(el de Vassallo, el mío, el nuestro) a saber, dilucidar qué somos, y ese
comienzo entonces es el de la enunciación de San Agustín en las Confesiones: “ ¿Qué soy yo, pues, Dios
mío? ¿Cuál es mi esencia?”.
Y aquí ya la respuesta de Vassallo: el
hombre ¿qué es? Es subjetividad finita
constitutivamente abierta a la trascendencia. O sea, la apertura a la
trascendencia constituye a la subjetividad finita y la constituye como abierta,
como más allá de sí misma hacia esa trascendencia. O de otro modo el paradójico
descubrimiento de lo absoluto en lo relativo, de la trascendencia en la
inmanencia.
Pero nos podemos preguntar: ¿Qué es esa
trascendencia? ¿Qué formas toma, si es que toma formas?
Vassallo nos ha hablado de una philosophia perennis. Esta perennidad de la filosofía ha de
circunscribirse a figuras (en el libro de Vassallo Retablo de la filosofía moderna. Figuras y fervores), figuras,
entonces, que son y han de ser las de hombres que “dijeron la experiencia
cruenta de un filósofo de veras”. Y el filósofo de veras es el hombre que al
hablar de sí mismo habla de los hombres. Y son para el caso San Agustín,
Descartes, Spinoza, Kant, Hegel... Y la philososphia
perennis es la filosofía que interroga acerca del hombre y la filosofía del
hombre que interroga acerca de sí mismo, que se hace interrogación de sí mismo.
Philosophia
perennis. justamente. Y sí, perennis. Y pienso que este
perennis como tal ha actuado esta vez para reunirnos a ustedes y a mí, acá,
en estos días. Pues una de las formas
de la trascendencia somos nosotros, los sobrevivientes, en este momento. Por lo
que tendríamos que hablar también de una docencia, docentia perennis, y claro, de una humanitas perennis.
Hablé y estoy hablando de Angel Vassallo,
un hombre cuyo criterio de autoridad,
como lo querían Descartes y Kierkegaard... entonces, Angel Vassallo, repito,
cuyo criterio de autoridad, como lo
querían Descartes y Kierkegaard era precisamente él mismo, su propia
existencia. ¡Y vaya si realizó esa
autoridad! Pero esta realización no lo recluyó en un taciturno o desvaído
solipsismo, sino que por lo contrario Vassallo supo hacerse encontrar - “No me buscarías si no me hubieras ya
encontrado”, la frase de Pascal que tanto admiraba Vassallo-. Y Vassallo no
sólo supo hacerse encontrar. También
supo adherirse y darse, a sus
autores, y a sus alumnos, a sus lectores, a los suyos. El resultado es cita perenne con Vassallo, en su
recuerdo y en sus libros. Es todo. Gracias.
*Exposición leída en las IX Jornadas de
pensamiento filosófico argentino “Un siglo de filosofía argentina: ideas y figuras”,
organizadas por la Fundación
para el estudio del pensamiento argentino e iberoamericano (FEPAI) en noviembre
de 1999.